~ Siempre es bueno para el alma dejar fluir sus emociones dejando hablar al corazón ~

martes, 18 de diciembre de 2012

Paulina


PAULINA

(Con amor a mi abuela)


Paulina era bajita, tímida, callada, de piel muy, muy blanca y con un larguísimo cabello negro que peinaba y acomodaba prolijamente formando un rodete por detrás de su nuca.

Era la abuela de 6 nietos a quienes amaba profundamente y que eran los hijos de sus tres hijas mayores. Con el correr del tiempo, en el año cincuenta y pico, después de mucho intentarlo, su hija menor que vivía con ella, le contó que se convertiría en madre por primera vez. Pasaron los días y pasaron los meses hasta que Paulina al fín pudo verla. Allí, en su pequeña cunita, se encontraba ella, su nueva y amada nieta rubia y de ojos claros, a quien con tanto amor y ternura por ése motivo y desde ese primer momento, comenzó a llamar "mi muñequita de loza".

Con el tiempo la familia entera se mudó a una nueva casa en San Martín.. La niña fué creciendo y a medida que los meses y los años pasaban crecía y se afianzaba mucho más la relación con su abuelita. Siempre, ante la amenaza de reto de alguno de sus padres luego de alguna de sus travesuras, ella corría rápidamente hacia esos brazos protectores que siempre la hacían sentir a salvo. "Abu, abu... no dejes que me reten!!!! " y Paulina la abrazaba fuertemente...

Muchas eran las horas que pasaba junto a su abuela contándole cuentos, historias y hasta canciones que aprendía en el kinder... Paulina no sabía leer ni escribir pero la niña, muy pequeña aún, con mucho amor intentaba enseñarle. Cuanta ternura, por Dios, cuanta ternura existía entre ellas...

La abuela dormía junto a la niña en una habitacíon en la planta alta . Su "muñequita de loza" siempre temió a la oscuridad porque desde chiquita veía "cosas" en la noche, entonces, para evitarlo y no asustarse, le proponía a su abuela juntar sus dos camitas individuales y tender las sábanas atravesadas para formar así una cama grande y poder dormir muy juntas y tomándola de la mano.

Una noche la despertó sobresaltada... "Abu, mirá éso que está parado en la puerta del ropero, es un hombre grande y me está mirando", "No es nada, mi hijita, no es nada, le decía a su nietita, cerrá los ojitos, abrilos de nuevo y ya no va a estar"... Y éso pasaba... Evidentemente la paz de Paulina hacía que todo desapareciera, incluso los miedos...

Los años continuaron pasando y la niña se convirtió en adolescente. Era verano. Junto a sus padres viajó a Mar del Plata para pasar unos días. Paulina no quiso viajar y decidió quedarse en la casa de una de sus hijas que hacía tiempo no veía. Lo que los viajeros no sabían era que ella, a los días, compró un pasaje de micro y se fué al Paraguay para visitar a su gente.

Los diez días pasaron rápido y, con su familia, la muchacha también regresó. Sus padres, cansados, dormían en su habitación. Su prima y el esposo que también habían viajado junto a ellos, descansaban en la planta baja.

Era tarde. La muchacha no estaba cansada. Tomó un papel y una "birome" y comenzó a escribir una carta para un chico lindo que había conocido días antes en la playa. Entre palabra y palabra alcanzaba a escuchar los fuertes ronquidos de su padre y de su primo. No le importaba. Con mucho entusiasmo continuó escribiendo.

De repente, el sonido de un llanto fuerte e intenso interrumpió su escritura. Se alarmó. De a poco también comenzó a percibir un fuerte zumbido en los oídos al mismo tiempo que también sintió como centímetro por centímetro se iba paralizando su cuerpo. El llanto continuaba. Esta misma situación se repitió 3 veces durante esa madrugada. Qué era éso? Qué pasaba? No, no entendía...

Al día siguiente al levantarse bajó rápidamente la escalera y se dirigió a la cocina. "Mamá, hay alguien muy enfermo en el barrio?" "No hijita, no hay nadie"... "Entonces, mami, falleció alguien por acá esta noche? Escuché a mucha gente llorar muy fuerte " "No, hija, nada de eso pasó".

Pasaron las horas y llegó el mediodía. Se encontraba sola en la casa. Su mamá, un rato antes, se había ido a la casa de una amiga para buscar algo que había olvidado el día anterior. En ese preciso instante sonó el teléfono y atendió: "Hola?", "Hola, larga distancia desde Paraguay. Estoy llamando para avisar que la Sra. Paulina falleció esta madrugada mientras dormía. Fué hallada por una sobrina que fué a visitarla y como no le respondía empujó la puerta y la encontró."

Como pudo colgó el auricular. Poco a poco comenzó a entender... Así, porque sí, a los 18 años había perdido a su adorada abuela y, sin siquiera sospecharlo, lo había presentido. Desde esa noche comenzó a dormir con la radio encendida porque tenía miedo de volver a "escuchar"...

La vida siguió su curso y pasaron tres años. Ella continuó estudiando, se puso de novia y, aunque en su vida diaria era una adolescente felíz, continuamente soñaba con su adorada Paulina viéndola viva, manifestándole con emoción la alegría que le causaba el poder volver a verla. Siempre y en cada uno de esos sueños, le decía también con mucha tristeza cuanto la extrañaba.

Transcurrían los días y llegaban las noches. Encendía su radio y se quedaba dormida. Mantenía sus miedos a la oscuridad pero lograba disminuírlos dejando encendida la luz de la escalera que daba de la planta baja a los dormitorios iluminando su habitación

De repente una noche después de haberse quedado dormida, se despertó, abrió los ojos y se quedó mirando y mirando fijamente... No se asustó, no gritó, ni siquiera se estremeció al ver a Paulina sentada en su cama observándola. Simplemente ella también contempló a su abuela cubierta de una hermosa luz dorada. Ambas se miraban y así, con esa imágen, y de una manera natural, volvió a dormirse en calma.

A la mañana siguiente, luego de haber tomado conciencia de lo sucedido, bajó corriendo las escaleras para llegar rápidamente a la cocina. "Mamá, anoche vi a la abu sentada en mi cama" Ella sabía que su madre le creía...

Llegó la noche y el ritual de la radio volvió a realizarse. Se durmió serena. Despertó nuevamente en la mitad de la noche. Otra vez, absorta, se quedó mirando pero  no vió su abuela, esa vez era su novio quien estaba sentado al pié de su cama  inundando el espacio con su luz dorada.

La miraba y lo miraba. Se miraron largamente. Ella se acomodó el pelo sabiéndose despeinada para que la viera más linda y, nuevamente observándolo, se quedó dormida...

Ningún pensamiento atravesó su mente en ese momento a pesar de que él estaba vivo y que se había ido después de cenar.

Al día siguiente volvió a contarle a su madre lo sucedido: "Ma,  anoche estaba él sentado en mi cama"

Para ella fué durante mucho tiempo, muy extraño y confuso lo sucedido. Averiguó y consultó muchísimos libros hasta hallar la posible explicación:

Al partir Paulina estaba lejos, no pudo despedirse de su nieta a la cual tanto amaba y es por éso, que, para poder hacerlo, se le apareció aquella noche. La segunda aparición no fué su novio quien había aparecido ante la muchacha sino que nuevamente fué su abuela la que estaba sentada allí. Por qué? Porque sabía de los miedos de su nieta y es por éso que tomó la forma de otro ser amado suyo para que no se asustara.

Abuela, mi abu querida ... qué me habrás querido decir durante esas noches en mi habitación? No lo sé, nunca voy a saberlo. Lo único cierto es que a partir de ese momento jamás volví a tener esos sueños tan pero tan tristes con vos. Nunca más te volví a ver pero a partir de esas dos noches pude comenzar a recordarte en paz y con una inmensa alegría en mi corazón...


Paulina... fué un regalo de Dios para mí que hayas sido mi abuelita...

Por siempre

"tu muñequita de loza"...



Todos los derechos reservados
Expte Nro. 267.778
República Argentina